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martes, 10 de marzo de 2020

Una pulga en un barco de papel

 Una pulga en un barco de papel
Por: Raúl Andrés Rodríguez Cota
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Había una vez una pulga
que era muy pequeña.
Además de divertida
y bastante risueña.

Esta pulguita vivía
en la punta de un cerro,
que en realidad, solamente,
era la cola de un perro.

Pero ella era aventurera
y buscaba cosas nuevas.
Bosques, mares, junglas
y misteriosas cuevas.

Esta chiquitita soñaba
con ser una gran viajera,
pero sólo podía ir
hacia donde Firulais se moviera.

“Tengo que irme de este perro
para poder conocer el mundo.
Quiero explorar más lugares
que este peludo vagabundo”.

Pero todos sus amigos
se burlaban de ella,
diciéndole que, simplemente,
era demasiado chicuela.

“No importa lo que digan,
puede que sea pequeña,
pero lo que en verdad cuenta
es que soy una pulga que sueña”.

¡Ah, y cómo soñaba
esta divertida pulga!
Imaginaba que muy pronto
podría irse de fuga.

Saltaría de Firulais
hacia nuevos senderos,
y vería otros lugares
que no fueran traseros de perros.

“El mundo es un lugar grande
y hay mucho que conocer.
Yo quiero ver paisajes
que me puedan conmover”.

La vieja garrapata
le aconsejó sabiamente:
“Aprovechar una oportunidad
no es cuestión de suerte”.

“Tienes que estar muy atenta
y lista para partir,
y así será más fácil
que te puedas escabullir”.

La pulga se puso lista
y preparó muy bien su maleta,
porque ya se había propuesto
conocer el mundo como meta.

Así, sucedió un día,
que poco a poco empezó a llover,
y Firulais corrió bajo un techo
para poderse proteger.

“Con toda esta agua cayendo
del cielo nublado,
de seguro, muy pronto,
oleré a perro mojado”.
  
La pulga, fascinada,
caer el agua miraba,
cuando vio un barquito de papel
que frente a ella navegaba.

“Esta es mi oportunidad,
¡es tiempo de partir!
Adiós a todos, mis amigos,
prometo que voy a escribir”.

Y la pulga saltó del perro
hacia el pequeño barquito,
y emprendió un viaje
que todos creían inaudito.

Fue así que la pequeña pulga
comenzó su gran aventura,
y todo aquel que la veía
decía que era una locura.

Feliz navegó por días
admirando nuevos paisajes,
en donde llegó a conocer
a algunos animales salvajes.
  
Un día de tantos
se encontró a un grupo de hormigas,
y sin mucho batallar
se convirtieron en amigas.

“¿Por qué no vienes a vivir
a nuestro querido hormiguero?
Eso es mucho mejor
que ser un simple barquero”.

“Te podemos asegurar
que estarás muy bien protegida,
y puedes apostar
que jamás te faltará comida”.

“Muchas gracias, queridas amigas,
por todas sus bondades,
pero prefiero este barquito
que todas sus comodidades”.

“Ver y conocer el mundo
es mi único objetivo,
y no cambiaré de idea,
¡sin importar el motivo!”
  
La pulga siguió su camino
sin mirar nunca atrás,
pues para lograr una meta,
no hay que retroceder jamás.

El barquito navegó mucho
hasta llegar a altamar,
pero con toda la humedad
se empezó a desintegrar.

Un pez, al verla, le dijo:
“Eso te pasa por no aprender.
De haberte quedado en el perro,
esto no te iba a suceder”.

“Calla, pez aburrido,
¡no me arrepiento de nada!
Pues, si aún viviera en el perro,
estuviera muy amargada”.

“Tal vez, ahora,
mi barquito se esté deshaciendo,
pero eso no quiere decir
que no me esté divirtiendo”.
  
En eso, una gran gaviota
bajó de todo lo alto:
“Rápido, pequeña pulga,
sube a mi lomo de un salto”.

La pulga de un solo brinco
subió a la gran gaviota:
“¡Qué bueno que me salvaste,
porque mi barquito ya no flota!”

“Escuché lo que le dijiste
a ese aburrido pez,
y de inmediato me di cuenta
que no tienes timidez”.

“Por eso te salvé,
por tu gran valentía.
Y por eso, en este viaje,
yo seré tu guía”.

Y fue así como la enorme ave
la llevó por un nuevo camino,
diciéndole que la llevaba
hacia un gran destino.

Pronto pudieron llegar
a una estación espacial
que iba a lanzar un cohete
al espacio sideral.

“Confía en mí, pequeña pulga,
te voy a dejar caer,
y el lugar donde aterrizarás
mucho te va a complacer”.

“Es tiempo de que emprendas
el más grande de tus viajes.
Y llegarás mucho más lejos
que todos los animales”.

Diciendo esto la gaviota,
a la pulga soltó.
Y con gran precisión,
sobre un casco de astronauta cayó.

El hombre subió al cohete,
estaba a punto de despegar,
y la pulga, sobre el casco,
se empezó a emocionar.

La nave salió hacia el cielo
en medio de un gran fuego.
Y todo eso, para la pulga,
era un divertido juego.

Muy pronto el enorme cohete
flotaba entre las estrellas,
y la pulga, fascinada,
miraba cada una de ellas.

Entonces, desde lo alto,
pudo ver al planeta Tierra,
llamándole la atención
que la gente no se distinguiera.

Fue ahí cuando la pequeña
comprendió algo allá afuera:
“Que todos somos pulgas
en un perro con forma de esfera”.
FIN

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